No hace mucho he podido participar en una interesante discusión sobre el papel de la planificación estratégica en municipios de menos de 5.000 habitantes. En algunos casos, se tiende a considerar que habría que priorizar la consolidación de las estructuras administrativas por encima de definir un plan de acción a medio o largo plazo.
En todo caso, queda claro que, por todos los municipios (evidentemente esto también incluye los más pequeños), la única fórmula realista de plantear un plan de acción de desarrollo económico es tener muy claras la cadena de actuaciones que hay que implementar y los sus objetivos.
No hace falta decir que es inviable conseguir este plan de actuación sin aplicar técnicas analíticas propias de la planificación: sin un diagnóstico realista y adecuada a la realidad no es posible proponer una verdadera estrategia que incida en los objetivos de generar empleo, riqueza y calidad de vida.
De hecho, en la mayor parte de los planes para municipios que he tenido la oportunidad de realizar, una de las líneas estratégicas es, precisamente, el fortalecimiento administrativo. En demasiadas ocasiones, estos pueblos pequeños encuentran importantísimos arrecifes vez de implementar actuaciones de desarrollo local planteadas a través de un plan estratégico, a menudo debido a la limitación de recursos económicos y técnicos. Algunas personas apuntan también la falta de liderazgo, algo en lo que estoy en desacuerdo. De hecho, sin un liderazgo decidido, ninguna administración afrontaría el reto de la redacción de un plan de municipio tan importante.
La planificación estratégica abre un abanico de oportunidades extraordinario por los municipios pequeños, no sólo porque si se promueve con un criterio técnico sincero y se soslayan las soluciones genéricas (a menudo importadas de planes de municipios más grandes), se puede conseguir un verdadero plan de acción municipal o territorial, coherente con los recursos y capacidades de los consistorios, y que, gracias al enfoque participativo, cuenta con el beneplácito de los vecinos y, por tanto, puede disfrutar del período de vigencia que necesita para conseguir logros, más allá del cambio o la continuidad del personal político.
Un plan estratégico no puede ser un documento técnico que acabe archivado y olvidado, sino que necesita de un planteamiento donde se priorice la aplicabilidad. No sirve de nada plantear grandes acciones técnica y económicamente inalcanzables, sino que hay que ser realistas, captar la diagnosis y visión de futuro de los vecinos y sus representantes y encontrar los caminos para alcanzarlas con éxito y realismo.
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