En estas páginas nos proponemos mostrar el procedimiento que debería regir todo proyecto de desarrollo económico. En la primera entrega, presentamos el rol del líder y la situación típica que conduce a la decisión de iniciar un plan estratégico. En futuros artículos, se abordarán los aspectos técnicos y los objetivos de éstos planes.
Ante un proyecto de Desarrollo Económico Local (DEL), el primer paso debe ser una detallada y realista planificación de las actuaciones. Esto es así debido a la visión de medio y largo plazo que conlleva cualquier actuación que pretenda mejorar el tejido económico y social de las regiones. Sin un plan de acción consensuado y políticamente respaldado, que encadene acciones en el tiempo en relación a la visión y los objetivos estratégicos, las posibilidades de éxito de toda actuación en este ámbito se reducen sustancialmente.
Así pues, el punto de partida del DEL no es otro que el compromiso a nivel político, la existencia de una figura de liderazgo que crea en las posibilidades de su territorio y que apueste decididamente por su desarrollo. La ausencia de éste suele traducirse en el abandono de los proyectos, sea por el paso del tiempo, las restricciones presupuestarias o el mero cambio democrático de gobernantes.
Un plan estratégico no deja de ser una herramienta para cambiar o alterar una realidad no deseada. En éste sentido, se suele recurrir a la planificación estratégica cuando, ante determinado fenómeno, se constata una evolución negativa a nuestros intereses y no se aprecia ningún indicio de cambio en las proyecciones.
Una situación típica se refleja en el gráfico siguiente. Ante un determinado fenómeno (como podría ser la evolución de la ocupación), observamos un cambio de tendencia no deseado, en éste caso un estancamiento y luego un decrecimiento, el cual llega al momento actual.
En éste ejemplo nos fijamos en la evolución del mercado de trabajo. En el momento actual se dan tres alternativas: la recuperación, la frenada progresiva de la caída y el precipicio. Sin modificación de la realidad, podemos acercarnos al escenario lógico, pero el riesgo de caer al catastrófico no deja de existir.
Así pues, al realizar proyecciones encontramos tres escenarios: un escenario deseable (en verde) de frenada y progresiva recuperación del fenómeno; un escenario lógico (en azul), que sigue la tendencia de caída y, con el paso del tiempo vuelve a estabilizarse; y un escenario catastrófico (en rojo), en el que el fenómeno observado no deja de caer.
En toda proyección deben tenerse en cuenta, al menos, estas tres posibilidades. Si no se producen cambios, la prospectiva debería conducirnos hacia el escenario lógico, replicando una estructura cíclica de crecimiento, estancamiento y decrecimiento sucesivos. El riesgo de esta opción se encuentra en el escenario catastrófico, ya que sin éstos cambios, podemos precipitarnos en el escenario catastrófico en el que la tendencia no se refrena.
Una vez los principales actores de un territorio toman consciencia de los riesgos del escenario catastrófico se pueden plantear actuaciones correctoras adecuadas a cada planteamiento.
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